Capítulo I – Un pájaro enjaulado
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Señorita …. Señorita…. Despierte, por favor …- decía una joven sirvienta a una niña de 14 años, que descansaba sobre su cama con una pequeña toallita en su frente, pues la noche anterior había sufrido una fuerte calentura – Se hace tarde….-
Un minuto más, Aki….- suplicó la niña, pero la sirvienta no desistió y siguió moviéndola, a lo que la chica rubia se sentó en su cama mirando cansada a su acompañante - ¿Qué sucede? ¿Por qué me despiertas tan temprano? – preguntó un tanto molesta –
Perdóneme, señorita , pero su padre me ordenó que la levantara, y que cuando estuviera lista, fuera a hablar con él… - le explicó la muchacha –
¿Hablar con él? ¿Para qué? – volvió a cuestionar, pero la mirada de Aki solo le decía que no sabía nada al respecto – Está bien… Ya me cambio… - suspiró y observó cómo su fiel amiga salía de la habitación dejándola completamente sola.
Madoka se levantó de su cama, dejó el pañito que tenía en la frente sobre su mesita de noche, era muy preciado para ella, ya que se lo había regalado su mamá antes de morir… Otro suspiro salió de sus labios…. La extrañaba, ¡y como lo hacía! A veces se sentía incomprendida por su padre, ella sabía que él la amaba… pero a veces era tan sobreprotector, y más por la condición en la que Madoka se encontraba…. Sí, ella tenía un cuerpo muy débil y su salud era algo inestable. Su padre dice que era lo mismo que sufría su madre, y que, Madoka, desgraciadamente lo heredó, pero para ella no era tan espantoso, pues últimamente se había estado sintiendo mejor. Dirigió su mirada hacia su ventana y sonrío al ver a unas golondrinas en el árbol que daba hacia su cuarto, el cual, parecía siempre estar floreado por esos hermosos pétalos rosas que habitan sus ramas. Algo que adoraba Madoka - y su padre le prohibía – era salir de su casa y aventurarse por el gran jardín de su casa, lleno de hermosas flores y plantas de todo tipo, para ella era un lugar encantado, la hacía olvidar su enfermedad y sonreír por todo, pero su padre no lo entendía, y la encerraba todo el tiempo en su habitación.
Sacudió su cabeza alejando esos recuerdos y prosiguió a vestirse. Se puso un vestido sencillo, color miel con un lazo marrón cruzándole por la cintura y unas zapatillas del mismo color. Por su cabello pasó un listón blanco, y adornó su cuello con un relicario que le regaló su abuela. Sonrió satisfecha y se dirigió a hablar con su padre. Al salir de su habitación saludó a toda aquella persona con la que se cruzaba por el pasillo. Bajó las escaleras de esa enorme mansión y pasó por un gran corredor. Llegó al final, donde se divisaba una gran puerta, hecha con madera de roble. - Toc Toc – Tocó con delicadeza aquella puerta esperando respuesta.
Pase – se oyó la voz de su padre desde adentro. Madoka obedeció y entró. Ahí estaba su padre, detrás de su gran escritorio de madera, sentando en una gran silla de cuero, anotando y repasado unos papeles de su trabajo.
Buenos días, Padre – saludó – Aki me ha dicho que deseabas hablar conmigo – comentó y su papá le hiso una seña para que tomara asiento en los sillones que estaban al frente de su escritorio.Madoka se sentó y miró algo preocupada a su padre, pues éste tenía una mirada seria.
Verás Madoka…Cómo sabrás, hace varias noches recibimos una visita muy importante… ¿Verdad? – retomó la palabra, haciéndole recordar a la joven la cena que tuvieron hace varias noches atrás.
Papá…. No soy una niña pequeña, ya tengo 14 – dijo algo fastidiada por ese tema -… Sí, sé que El Führer vino a cenar a casa…. Con esa mujer… ¿Eva se llamaba? – lo pensó varios segundos – Y hablaron sobre promoverte… O algo así –
Me alegra que seas tan inteligente, cariño – le dijo su padre y Madoka frunció el ceño – Pues, como podrás ver… Conseguí que me ascendieran…- explicó.
¡Oh! ¡Eso es genial! ¿Cierto? ¡Son buenas noticias! – exclamó entusiasta Madoka –
Aun no termino querida… - se aclaró la garganta y suspiró – Nos tenemos que mudar – lo dejó salir sin más ni menos, la joven lo pensó por unos minutos… Analizaba cada palabra que le acababa de decir su padre…
¿Qué? – habló después de un largo silencio - ¿Nos mudamos? – repitió y miró espantada a su padre, éste asintió - ¡Pero yo no deseo irme! ¿Qué pasará con mis amigas…Jennifer y Amaya? …¿Y con los sirvientes? O la abuela… Por favor, no padre… ¡No nos mudemos! – suplicó al frente del escritorio –
Lo siento Madoka… Pero tendrás que despedirte de tus amigas – contestó serio – Ya lo decidí – alzó la mirada para ver los orbes azules de su hija empapados de lágrimas – Harás nuevas amigas, y no te preocupes, que la abuela vendrá con nosotros… ¿Y sabes algo? Me garantizan que los médicos de allá pondrán curar tu enfermedad – sonrió esperando a que su hija se alegrara al oír esas palabras
¡No me importa mi enfermedad! ¡Deseo quedarme con mis amigas y mis seres queridos! ¡Aquí, en mi hogar! ¡¿Por qué no lo comprendes? – preguntó desesperada esperando a que su padre la entendiera
¡No me alces la voz, jovencita! – le reprendió el hombre – Nos iremos mañana antes del amanecer, ¡y punto! Hago muchos sacrificios por ti, por lo que creo mejor para ti, ¡¿y así es como me pagas? ¡No seas insolente! ¡Eso no fue lo que yo te enseñé durante tantos años! –
No lo entiendes… - susurró con lágrimas cayendo por sus mejillas – ¡Tú nunca entiendes nada! – gritó y salió del despacho de su padre hacia su habitación. Todos los sirvientes comprendieron que la pequeña se había enterado de la mudanza y la vieron con tristeza.
Madoka lloraba desconsoladamente en su habitación. Se había encerrado bajo llave para que nadie la molestara. Pasaron las horas y poco a poco se fue calmando. Recuperó la cordura y se sentó en su cama, observando por completo su cuarto. Extrañaría tantos recuerdos que le producía; cómo cuando Amaya les lanzó una bomba de agua a los hijos de los vecinos - los cuales eran sumamente fastidiosos – y causó que uno de ellos se enamorara de ella. O cuando Jennifer, se subió al árbol desde la ventana y le jugó una broma a uno de los soldados de su padre una noche. Se rió al recordar tales momentos, sus amigas eran especiales, las adoraba y le dolería mucho separarse de ellas. Sonrió con nostalgia y miró una foto de su madre con ella en brazos cuando era bebé. El tercer suspiro del día salió por su boca, y se recostó de nuevo en su cama… Sin darse cuenta ya había oscurecido… ¿Cómo era posible que el tiempo pasara tan rápido?
Apuesto a que mamá no me obligaría a ir…- se dijo a sí misma mientras observaba el techo de la habitación –
Yo también creo que ella no te dejaría ir – interrumpió una voz en su habitación, Madoka se levantó de golpe espantada y al ver a su abuela sonriendo desde la puerta, suspiró aliviada –
Nana… ¿qué haces aquí? ¿Cómo entraste? – cuestionó la chica recordando que ella había cerrado la puerta bajo llave –
Pues digamos que siempre es mejor tener un as bajo la manga – dijo y le mostró una llave de repuesto – Dime querida… ¿Estuviste todo el día llorando?-
¿Eh?… Bueno Nana… es que… mi padre… yo… ¡yo de verdad no quiero irme! – respondió con los ojos llorosos – He pasado toda mi vida en esta ciudad… ¿Por qué tenemos que mudarnos?
Pequeña… - sonrió su abuela como lo solía hacer su madre – Sabes muy bien por qué nos mudamos… El ascenso de tu padre significa mucho para él y pues, quiere compartirlo contigo – se sentó sobre la cama al lado de ella – Además… He oído que la nueva casa tiene un jardín inmenso… y hay un bosque por detrás … Y, yo puedo ayudarte a que de vez en cuando des un paseo por ahí ….- guiñó un ojo a su querida nieta y sonrió de forma cómplice –
¿En serio? – su rostro se iluminó de felicidad ante la propuesta de su abuela - ¡Eres la mejor Nana! – exclamó y la abrazó–
Me alegra que hayas recuperado esa alegría tuya – se separó de Rin y se levantó – Es hora de que te duermas Madoka… Mañana saldremos muy temprano – comentó para dirigirse a la puerta, pero antes de salir, se detuvo a pensar por un momento – Tú no has comido en todo el día, ¿verdad? – observó a la joven rubia, quien asintió enseguida – Te traeré algo para comer…
¡Sí! – gritó alegre - ¡Me encanta que tú cocines, Nana!-
Jaja, gracias querida – se iba a retirar, pero se volvió a la puerta - Y que lo que te dije sobre el paseo sea un secreto entre nosotras, ¿sí? – Madoka miró a su abuela con gracia y aceptó el trato.
La abuela de Madoka se retiró del lugar, dejándola sola de nuevo. Tenía una corazonada… Algo iba a pasar, sentía emoción y curiosidad. ¿Qué sería eso que la tenía tan animada? Sentía que descubriría muchas cosas en la nueva casa, en su nuevo jardín, ¡todo la emocionaba! Sintió que abrían la puerta y vio a su abuela entrando con una charola de bizcochos con apariencia deliciosa. Con gusto se comió su cena, y después de hablar un rato con su abuela, se durmió con una sonrisa en el rostro, esperando a que un nuevo día llegara
Bueno aqui les dejo este fic aver si adivinan de que me inspire...
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